Entrar a Lolina se siente como ser transportado a un sitcom de los 70s. El estilo vintage está por todas partes. Vale la pena visitarlo tan sólo por el papel tapiz. Recomiendo que vayáis directamente al bar a pedir vuestra bebida o te quedareis esperando por siempre. El lugar se llena tanto, que para llegar al bar, tendréis que pasar a través de la multitud.
Durante el verano, las grandes ventanas que dan a la calle se abren. En invierno puede ser algo frío pero en la planta baja hay unas cuantas sillas. El bar se llena un poco menos ahí abajo así que si queréis algo de intimidad, ese es el lugar al cual acudir.
En cuanto a la comida, me gustan más las alitas y costillas que el quiché y el pastel pero la comida del lugar es buena y no es tan costosa. También tienen wifi gratis pero sólo de lunes a viernes.